domingo, 7 de agosto de 2011

No dejen de preocuparse…

Sin duda el panorama para la economía mundial se ha ensombrecido de nuevo. Veamos:

- Los periódicos del mundo ya han empezado a hablar de los problemas “gemelos” de deuda de la Unión Europea y de los Estados Unidos.

- El viernes, por la tarde, la calificadora Standard & Poors “degradó” la calificación otorgada a la deuda del gobierno de los Estados Unidos y, en consecuencia, el gobierno chino aprovechó para “regañar” a los Estados Unidos y proponer el establecimiento de “una moneda mundial de reserva” que sustituya al odiado dólar estadounidense.

- El domingo 7 de agosto el mundo parecía esperar, al borde del asiento, y con los niveles de adrenalina al máximo, cómo responderían los mercados bursátiles a la degradación de la calidad que S&P otorga a la deuda del gobierno estadounidense.

- El presidente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet, anunció a mediados de la semana que terminó, un programa extraordinario de liquidez para que en lo inmediato los bancos y los gobiernos de la Unión Europea puedan sortear las tribulaciones que los desastrosos resultados fiscales de varios países “periféricos” (empezando por Grecia) están ocasionando en toda Europa e, indirectamente, en el mundo.

- Las bolsas de valores del mundo tuvieron una de sus peores semanas de los últimos tres años.

- Se resucita, en los comentarios de algunos observadores, el espectro de una nueva caída (la famosa “W”) tras la crisis global de 2008-2009; otros hablan de la gran-gran-gran depresión.

¿Qué puede hacer ante todo esto la gente común en un país como México?

La primera respuesta obvia es “preocuparse”. Basta ojear cualquier periódico o noticiario de televisión, escuchar las peroratas en la radio, atender las declaraciones graves y sentenciosas de cualquier politiquillo, para estar convencido: “hay que preocuparse”.

Esta respuesta, sin embargo, es la más estúpida, estéril y contraproducente que podemos dar a estas noticias.

Hay gente que goza mostrándose “preocupada” o incluso “alarmada” frente a imaginarias o reales catástrofes porvenir. Si alguien les pregunta qué están haciendo ellos para evitar el desastre que anuncian con tanto denuedo, lo más probable es que nos contesten que ellos, gente común, no pueden hacer nada por evitar el desastre que viene, que su preocupación surge del convencimiento de que quienes sí pueden hacer algo para salvarnos de la debacle son unos perfectos imbéciles, incompetentes e insensibles.

Lo que más le molesta a estos profesionales de preocupación – el Congreso mexicano, por cierto, está lleno de individuos de ambos sexos especialistas en la materia- es que alguien les muestre que sus preocupaciones no sólo son estériles, sino que están profundamente desencaminadas.

Sin embargo, y aunque tanto les moleste, ese parece ser el caso. Explico a continuación porqué:

1. Como mostró el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos el sábado, el fundamento que ofreció S & P para degradar la deuda pública de los Estados Unidos contenía un “pequeño” error de cálculo equivalente a dos millones de millones de dólares (“trillions” en la denominación usual en los Estados Unidos) y por tanto sobrestimó el problema desde el punto de vista económico. De ahí que una vez que el Tesoro le hizo conocer (el mismo viernes) su “errorcito” a la calificadora, ésta modificó su argumentación poniendo el acento, ya no en las frías cifras, sino en el aspecto político de las crecientes dificultades que parece estar teniendo el gobierno de Barack Obama para lograr acuerdos eficiente y eficaces con el Congreso de su país.

2. Más aún, la calificadora S & P se ha metido en un embrollo porque, por mera congruencia, debería degradar la deuda de muchos otros países (como Francia, a cuya deuda gubernamental da la máxima calificación a pesar de que representa un “riesgo país” mayor que el de la deuda de México; o como España, que inexplicablemente sigue gozando de una calificación AA por parte de S & P), cosa que seguramente no se atreverá a hacer.

3. Por supuesto, esto no significa que la deuda del gobierno estadounidense no sea un serio problema para la economía de ese país, pero no hay que olvidar que es un problema que sí se está atendiendo, para lo cual se llegó a un acuerdo imperfecto, pero funcional, en el Congreso de los Estados Unidos.

4. Esto tampoco significa que la decisión de S & P sea irrelevante o no vaya a causar problemas serios en la economía mundial. Por desgracia, sí pesa (aunque sea una decisión irresponsable y mal fundada) y sí causará graves turbulencias en los mercados financieros. Por lo pronto, es una decisión que presiona para que varios fondos de inversión de muy bajo riesgo, obligados a invertir en papeles AAA plus, muevan sus actuales posiciones en bonos del Tesoro estadounidense a otros instrumentos, muy pocos en términos relativos, que ofrecen los mercados.

5. Hoy lunes los mercados financieros amanecerán muy perturbados – unos más y otros menos-, sin embargo las aguas volverán a su cauce en el mediano plazo. ¿Por qué? Porque es inocultable que, en el fondo, el gran perdedor en esta jugada de S & P es la propia calificadora de valores, que perderá aún más credibilidad. Me atrevo a pronosticar, incluso, que las otras firmas calificadoras no le seguirán en automático.

6. Salvo para los fondos que por su propia normatividad tienen que ajustarse a las clasificaciones de S & P, la credibilidad de los bonos del Tesoro estadounidense sigue siendo la misma hoy que hace una semana.

7. Más aún, el “regaño” del gobierno chino y su llamado a crear una moneda mundial de reserva sólo es un desplante fanfarrón de quien desea hacer leña del árbol caído. Una moneda mundial de reserva no se crea por decreto y el gobierno chino no tiene otra opción que los bonos del Tesoro para invertir la mayor parte de los cuantiosos excedentes que obtiene por sus exportaciones, del mismo modo que los consumidores estadounidenses no tienen otras opciones que muchos productos chinos si lo que buscan son gangas y del mismo modo que los sufridos trabajadores chinos no tienen otro remedio que seguir tolerando la explotación que de ellos hacen los jerarcas del partido comunista, escatimándoles no sólo libertades elementales, sino también poder de compra.

8. ¿Está México preparado para soportar los tiempos de turbulencia mundial que vivimos? Sí, en lo básico: finanzas públicas en orden, política monetaria responsable e inteligente, considerables reservas internacionales bien apuntaladas y administradas, competitividad en ciertos sectores de la industria manufacturera que son decisivos. Pero eso no significa que muchos de nuestros insignes líderes políticos y de opinión estén a la altura de las circunstancias. A la mayoría de ellos, por ejemplo en el Congreso o en los partidos políticos, sólo les queda “seguirse preocupando” porque no saben hacer otra cosa, y quejarse, aventándole la responsabilidad a otros, de preferencia al Presidente y a su gabinete.

La respuesta inteligente, para los demás, para quienes no somos profesionales de la preocupación, es trabajar más y mejor. Recurrir a información confiable y de verdadera calidad, sopesar los hechos y no los adjetivos. Plañideras sobran en este país, tal vez porque ser plañidera es una forma muy mexicana de vivir a costillas de los demás.

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