domingo, 29 de mayo de 2011

Francia, peleando la zona de confort exclusiva

Lo que los políticos europeos, y especialmente los franceses, están peleando al intentar dar un golpe de mano e imponerse de nuevo en el dirección del Fondo Monetario Internacional es conservar su zona de confort, exclusiva de Europa, aunque tenga que ser pagada por el resto del mundo.

Se ven desesperados. El bajito Nicolás Sarkozy lanzó en los oídos ávidos de los periodistas durante la reunión del G-8 su conjetura: Barack Obama ya decidió a favor de nuestra candidata Christine Lagarde y, a falta de más indicios, jugó a las adivinanzas, que si por eso la locuaz Hillary Clinton, feminista sesentera trasnochada, había dicho que le encantaría ver a una mujer en la dirección de un organismo financiero internacional, como el FMI; claro, al chaparrito Sarkozy se le olvidó advertir que la propia Clinton puntualizó que hablaba de forma oficiosa y que el gobierno de su país, Estados Unidos, no se había inclinado por ninguno de los dos candidatos: la abogada Lagarde o el economista mexicano Agustín Carstens…, o por alguien más que aún podría surgir antes de la fecha límite para las postulaciones, que es el 10 de junio.

Más tarde el ministro de relaciones exteriores francés, Alán Marie Juppé, mintió ante la prensa sin empacho: que en forma unánime los miembros del G-8, incluyendo a Estados Unidos y a Canadá, se habían decantado a favor de la abogada Lagarde. Falso, pero Juppé corrió el riesgo porque la reunión ya había terminado y porque la mentira, en estos gobiernos neo-gaullistas de Francia, es moneda corriente. Por supuesto, el ministro de exteriores de Sarkozy se vería en apuros si alguien le pidiera mostrar el comunicado o la declaración oficial del G-8 en la que quedó asentada la supuesta unanimidad a favor de Lagarde…No hay tal. Lo único que hubo, desde el inicio de la cumbre, fue la advertencia de que la sucesión en el FMI no sería abordada en la reunión de jefes de Estado.

Estos burdos intentos franceses por hacer de la imposición de Lagarde, a despecho del análisis de los méritos de los candidatos y de sus capacidades técnicas y profesionales para dirigir el FMI, un fait accompli (un hecho consumado), sólo son signo de la desesperación de Sarkozy y de otros políticos europeos ante la temible perspectiva de que un no-europeo, que lo mismo podría ser Carstens que algún tercer candidato que tal vez está guardándose como carta sorpresa, presida el FMI y no tenga más remedio que recordar a la Unión Europea que la única salvación del Euro y del gran proyecto que está detrás de él, es empezar a recortar los exorbitantes privilegios que sustentan el llamado “estado de bienestar europeo”.

Hasta ahora el mexicano Carstens es el único que, como dicen en España, “le ha plantado cara” al desesperado intento de la clase política europea de salvar sus privilegios y al mismo tiempo salvar a la misma Unión. Intento imposible salvar las dos cosas a la vez; el estado de bienestar con privilegios exorbitantes es inviable y está herido de muerte: No hay comidas gratis. En esa misma medida puede ganar Carstens, aun vista la desproporción de recursos (públicos, desde luego) que están invirtiendo los franceses para imponer a Lagarde como hecho consumado y los modestos pero esforzados intentos del mexicano por concretar votos de países indecisos o taimados, como Brasil.

Estos poco más de diez largos días, de hoy al 10 de junio, corren en contra de Lagarde y a favor de Carstens, hagan lo que hagan. Las imposiciones se fraguan rápido, sin dar tiempo a las protestas ni a que el personal se entere; si se les da más tiempo se frustran. Eso lo saben bien los políticos como Sarkozy. De ahí su desesperación.

Esto es lo que parece estar en juego en esta insólita carrera del David mexicano (Carstens) contra la arrogante maquinaria de dinero público y favores que está desplegando, con poco pudor, el gobierno de Sarkozy.

Mientras tanto, crecen las versiones de que podría surgir un “caballo negro” más o menos inesperado: Stanley Fischer, el actual gobernador del Banco Central de Israel, que podría ser una solución de compromiso, temporal (digamos, un par de años solamente al frente del FMI, dada su edad) que acabe por derrotar la tentativa de la Unión Europea por mantenerse como dueña y señora del FMI, a despecho de la nueva composición de la economía mundial, muy diferente de la que prevalecía en 1945.

Pero aún si no surgiera Fischer, las probabilidades de Carstens están creciendo porque aparte de las triquiñuelas de fabricar un hecho consumado a fuerza de declaraciones de prensa, Francia no tiene a través de la señora Lagarde un historial de experiencia en el servicio público, en organismos internacionales, ni mucho menos de capacidad de gestión de crisis y conocimientos técnicos de finanzas y economía que pueda compararse con el historial de Carstens.

Claro que Francia o la Unión Europea podrían intentar también la más o menos descarada compra de votos, prometiendo inversiones, préstamos blandos o ayudas para engordar la raquítica oferta de Lagarde y ganar la selección en el FMI a punta de promesas de billetazos (allá los pobres países ingenuos que se crean tales promesas porque, salvo Alemania, la Unión no está en condiciones de subvencionar a fondo perdido inversiones ruinosas o ayudas multimillonarias…y los alemanes son los menos dispuestos a hacerlo).

En fin, la moneda está en el aire. Gane o no, la candidatura de Carstens dista de ser ingenua, como han insinuado algunos desencantados. Por el contrario, es una verdadera “pica en Flandes” que más temprano que tarde acabará por desmoronar el mito de que entre Estados Unidos y Europa se bastan y sobran para “hacer” la economía mundial.

Europa, por lo pronto, necesita médicos competentes, no está para dar recetas ni para imponer sus modelos caducos e inviables de bienestar sin productividad.

domingo, 22 de mayo de 2011

Mexicanos, ¿esos acomplejados?

Tal parece que nuestra perdición, como mexicanos, es un profundo complejo de inferioridad que nos hace detestar el éxito, ser profundamente aldeanos, pasarnos la vida viéndonos el ombligo y repitiendo excusas ideológicas o propagandísticas para justificar nuestra mentalidad de perdedores perpetuos.

Este domingo, 22 de mayo, tuve la oportunidad hasta en tres ocasiones de constatar lo anterior.

UNO. Muy temprano, leí un interesante artículo del investigador Luis Rubio acerca de Brasil. De primera mano Rubio constató que Brasil es un país atrasado; en muchos aspectos cruciales más atrasado que México. Con severos problemas de falta de infraestructura, ausencia de competencia en muchos sectores, con precios mucho más caros para los consumidores en bienes duraderos, como los automóviles, proteccionista, que favorece mucho más a empresas y empresarios emblemáticos que a los consumidores. Pero, a diferencia de México, el autor encontró que Brasil es un país “echado para adelante”, sin complejos de inferioridad, que sabe “venderse” en el mundo.

Tiene razón Rubio. En lo que se equivoca es en pensar que sólo con grandes líderes, echados para adelante, el mexicano típico superará su complejo de inferioridad y su cortedad de miras. No, el problema no es de los líderes, sino de los mexicanos. Una empresa como Cemex no necesitó de “líderes” políticos del tipo de Lula para convertirse en una empresa global de primer orden; Octavio Paz no requirió de una beca perpetua del gobierno para escribir su gran poesía, que lo hizo ganador indiscutible del Premio Nobel (sólo menospreciado en su propio país, por mezquinas y obtusas “razones ideológicas”); Javier Hernández (“Chicharito”) no necesitó de una legión de burócratas de la Conade para ser el gran jugador de futbol que es en el Manchester United. En los tres casos que menciono, y hay decenas más de mexicanos exitosos a nivel mundial, una característica común del éxito fue: supieron salirse de la aldea y de las mezquindades locales, no se encerraron en su casita a verse el ombligo y lamentar su mala suerte o las injusticias del mundo hostil y ajeno, se hicieron ciudadanos exitosos del mundo en la misma medida que pudieron salirse de un entorno dominado por acomplejados, escaparon de la dictadura de los incompetentes.

DOS. Poco después del mediodía me enteré de que el gobierno de México anunció que postulará oficialmente al gobernador del Banco de México para la competencia por dirigir el Fondo Monetario Internacional. El comunicado en el que el Secretario de Hacienda dio a conocer este desafío a los viejos “usos y costumbres” de la década de los años 40 y 50 del siglo pasado expone brevemente los méritos de Agustín Carstens para ser el próximo director-gerente del FMI, son credenciales impresionantes y prácticamente únicas en el mundo. Reúne experiencia financiera de primer nivel, experiencia como banquero central, experiencia destacada y sumamente exitosa en puestos de dirección en el propio FMI. Dudo mucho que haya dos en el mundo con mejores credenciales para ese puesto. Muy bien. Independientemente de lo que suceda con esa candidatura mexicana (para el 30 de junio a más tardar lo sabremos), el solo hecho de la postulación muestra que el Presidente de México, Felipe Calderón, no es de la legión de acomplejados; es, tal como lo exigía Luis Rubio en su artículo, “un líder echado para adelante, entrón”.

Pero, oh sorpresa, algunas de las primeras reacciones locales ante el anuncio son otra vez reflejo del complejo de perdedores perpetuos: unos, dicen que es mala idea postular a Carstens porque si llegase al FMI entonces el Banco de México se quedaría sin un buen gobernador (es como lamentar que el famoso “Chicharito” juegue en el Manchester United porque eso le quitó a “las chivas” del Guadalajara a un destacado goleador). Se les olvida que el Banco Central es gobernado, desde el punto de vista de la política monetaria, de forma colegiada por una Junta de Gobierno en la que no sólo está Carstens sino cuatro estupendos subgobernadores altamente capacitados, todos y cada uno con historiales académicos y profesionales impecables. Al menos, le reconocen méritos a Carstens pero les atemoriza que salga de la aldea. Otra vez, a contemplarnos el ombligo.

Otros, los más lerdos e ignorantes, abiertamente detestan que Carstens o cualquier otro mexicano destaque por su propios méritos y por su esfuerzo. Eso les hace quedar mal. Eso desafía en el corazón a la dictadura de los incompetentes. Entonces, lo colman de epítetos que, en su abismal ignorancia, suponen denigrantes: “neoliberal”, “tecnócrata”, o centran su amargura de fracasados en hacer malos chistes de adolescentes acerca del sobrepeso de Carstens o pretenden descalificar una brillante carrera y un no menos brillante desempeño como economista recurriendo al gastado asunto del “catarrito” (¡Oh, sí!, ¡qué mal economista debe ser Carstens que le llamó “catarrito” a una terrible recesión!), sin pararse a considerar que: 1. La desafortunada expresión surgió a principios de 2008 – literalmente se la puso a Carstens en los labios el gritón locutor Carlitos Loret – y la crisis global no estallaría hasta nueve meses después con la quiebra de Lehman Brothers, 2. El “mal” economista Carstens fue lo suficientemente previsor como para evitarle a México pérdidas de miles de millones de dólares porque contrató oportunamente coberturas petroleras que compensaron sobradamente la brutal caída de los precios del petróleo en los mercados internacionales, 3. A diferencia de muchos otros países, en la crisis global de 2008-2009 el sistema financiero mexicano salió incólume y no hubo una masivo incumplimiento de créditos hipotecarios, que llevase a miles de familias a perder sus hogares (¡qué diferencia con la crisis de 1995-1996 en México!), 4. Si bien el PIB cayó verticalmente en el segundo trimestre de 2009, se conservaron la mayoría de los empleos (otra vez, ¡qué diferencia con otras crisis, como la de 1995-1996!), y 5. Nadie perdió sus ahorros, las tasas de interés no se fueron a las nubes inalcanzables y la depreciación de la moneda fue más que moderada; el mercado cambiario funcionó bien y nadie dejó de poder cambiar sus pesos por dólares o por otras divisas.

También se les olvida que como Secretario de Hacienda Carstens le heredó a su sucesor unas finanzas públicas en perfecto orden y sanas: ¿pueden decir lo mismo los ministros de finanzas o los secretarios del Tesoro de Estados Unidos, Gran Bretaña, España, Grecia, Portugal, Irlanda, Italia o Francia?

TRES. También el domingo, los Pumas de la UNAM ganaron la final del campeonato de futbol mexicano. Felicidades. Pero presencié (estaba de visita con un amigo en el sur de la ciudad de México), los excesos infantiles y vandálicos del festejo. Perdónenme, otra vez salió a relucir el aldeanismo y la cortedad de miras, parecía que se trataba de la final de un campeonato del mundo, o del día de la victoria final en una guerra mundial. Qué barbaridad, con qué poca cosa se conforman, cualquier charco lo confunden con un océano. Lo dicho: complejo de inferioridad, miras cortas, pequeñez, enamoramiento enfermizo hacia el propio ombligo. poca cosas, con quinal de un campeonato del mundo, o la victoria en una guerra mundial. Qucidades. Pero padeco de Estados Unido

martes, 10 de mayo de 2011

¿Gandhi de pacotilla?

Sería una pena, de veras, que un poeta prometedor como Javier Sicilia terminase como un mal remedo de Gandhi, un “santón” bondadoso cargado con un arsenal de frases hermosas y motivadoras que se transforma en el tonto útil a la politiquería taimada y sibilina de los rencorosos de siempre.

Pocas pérdidas tan dolorosas como la de un hijo joven arrebatado por “un hachazo invisible y homicida” (Miguel Hernández, en la elegía a Ramón Sijé). Ese dolor es inconmensurable y no se aviene con ese frívolo tratamiento que por norma los medios de comunicación le dan a la mercancía que llaman “noticia”.

La banalización del dolor que es enterrado por la fascinación de micrófonos y reflectores, por esa celebridad instantánea y efímera que embriaga sin remedio a quienes sucumben a ella. La borrachera de tales celebridades dura apenas meses pero la vergüenza se queda para toda la vida.

Sicilia tiene algunos poemas buenos, por ejemplo el poema “Abierto” en el libro “Tríptico del desierto”, que obtuvo el Premio de Poesía Aguascalientes 2009. Cito unos versos de tal poema que me parecen genuinos hallazgos poéticos:

O quizás ese sea nuestro sitio,

el lugar de lo eterno que nos corresponde:

contemplar y sentir el infinito arropado en la carne,

en ese mutuo darse el uno al otro,

mientras la lenta fuga hacia lo Abierto nos permite habitar la duración,

ese ya, pero aún no

que los amantes viven al rozarse la piel;

esa eterna presencia

que nos hace presentes en el tiempo inasible

como una tenue grieta

en la alba porcelana de lo Abierto.

¿Qué tiene que ver el autor de estas palabras con el sujeto atolondrado, disfrazado de corresponsal de guerra en país tropical, que el domingo pasado resumió su lucha en una exigencia disparatada e inútil: “Que renuncie García Luna, para que el Presidente Calderón nos de una señal de que nos ha escuchado”?

Nada, nada que ver.

Hasta la formulación de la exigencia exhibe cierto analfabetismo: si se quiere la renuncia de García Luna, pídansela a García Luna no a su jefe. Los jefes no renuncian a sus subordinados, los cesan o entregan su cabeza en una bandeja a quienes los extorsionan, como terminó haciendo Herodes con la cabeza de Juan el Bautista ante la exigencia de esa puta históricamente célebre que fue Herodías.

Un poeta que se precie no exhibe tal ignorancia semántica, sabe que renunciar es verbo intransitivo (cuya acción recae en el propio sujeto que la ejecuta) y no es lo mismo que despedir o cesar, verbos que sí son transitivos. Pero ese analfabetismo, en cambio, tiene el sello inconfundible de los artesanos del lenguaje simulado y tramposo que pululan en la retro-progresía, Sicilia ¿se volvió su vocero involuntario?

Lo que yo llamo un Gandhi de pacotilla suele ser el pacifista bobalicón que termina al servicio de las peores causas. Predica la resistencia civil contra la opresión, pero la transforma en cómoda coartada de vividor (“la ley es para los demás, no para seres de excepción como yo”), dice poner la otra mejilla ante las agresiones pero es incapaz de cumplir con las más elementales normas de convivencia respetuosa (“no estoy invadiendo tu casa, estoy rescatando este espacio para el pueblo bueno”), censura con acritud la supuesta violencia de las autoridades legales, pero derrama bendiciones candorosas encima de los delincuentes (“ellos, los delincuentes, también son víctimas de esta obsesión guerrera de los autoritarios en el poder”).

De veras, sería una pena que Sicilia, prometedor poeta en algún momento, terminase como un Gandhi de pacotilla más. Acaso, ¿ya lo perdimos?


domingo, 8 de mayo de 2011

¿Estábamos mejor cuando estábamos peor?

Quince años atrás. Regresemos a 1996, al México en el que vivíamos. La economía del país empezaba a recuperarse después de una crisis devastadora. Hoy, los protagonistas detrás de esas crisis económica con hondas raíces políticas, como Carlos Salinas de Gortari, siguen alegando de quién fue la culpa, practican el deporte favorito de los políticos y funcionarios incompetentes que es el “deslinde de responsabilidades”.

En realidad los famosos “deslindes” funcionan como mecanismos de reparto de responsabilidades mediante los cuales cada quien lucha por reducir al mínimo sus responsabilidades. Dicho coloquial y rudimentariamente: “Yo no fui, fue Teté”.

Dejemos que los politiquillos destiles sus amarguras y reconcomios entre ellos, lo que a los demás nos interesa es dilucidar: ¿Estábamos entonces mejor que ahora?

No, según todos los indicadores. Teníamos menos libertades, el imperio de la ley era aún más precario que hoy; incluso zonas del país, como Ciudad Juárez o gran parte de Tamaulipas, que hoy se nos dibujan como un infierno, ya lo eran desde entonces, infiernos, si bien las causas inmediatas de la inseguridad, de la violencia, de los abusos e incompetencias de las autoridades locales, diferían en apariencia de las actuales. Y en el frente económico las cosas eran notablemente peores que hoy: inflación, debilidad extrema de la moneda mexicana (lo que se traduce en menos poder de compra para la mayoría de los mexicanos), abultada deuda externa, endeudamiento, instituciones financieras en vilo o, en el mejor de los casos, apenas convalecientes, un horizonte en el cual parecía impasible comprar a crédito una vivienda, ahorrar para la educación universitaria de los hijos, acumular recursos para tener un retiro llevadero al final de una vida de trabajo.

Tampoco era México, como país, un oasis de tranquilidad y seguridad en medio de un planeta inseguro. No, por el contrario. Recuerdo a mediados de 1995 los alarmistas consejos por escrito que recibimos todos los viajeros de un vuelo Detroit-México por parte de la línea aérea: Nos advertían amablemente que al país que llegaríamos, México, no tenía garantías judiciales como las que se acostumbran en cualquier pueblo rabón de los Estados Unidos, que menudeaban los asaltos y secuestros a turistas, así como los pequeños timos y fraudes en comercios y que había zonas del país, como Guerrero o Chiapas, en las que resultaba temerario aventurarse más allá de las zonas hoteleras de cinco estrellas o recurrir a los servicios de guías no autorizados, que podían ser vulgares timadores o incluso bandoleros despiadados con sus víctimas.

Por todo esto, no entiendo la desmemoria o la demencia de quienes nos quieren persuadir que entonces, cuando a ojos vistas “estábamos peor”, en realidad “estábamos mejor”. Pero así están las cosas. Basta leer la mayoría de los periódicos de hoy domingo.

Algunos políticos de la vieja escuela, del PRI por supuesto, argumentan en privado y con aires doctorales, que estamos viviendo una larga “cruda” después de una corta pero eufórica borrachera de democracia. El argumento se adereza con anécdotas que van de los disparates verbales que habría proferido Vicente Fox a las exhibiciones públicas de estulticia y cuasi barbarie que hacen personajes como Fernández Noroña. Esas cosas, se nos dice, no pasaban con los gobiernos del PRI. Los Presidentes hablaban muy bonito (“una mano se tiende” decía Gustavo Díaz Ordaz mientras perseguían con saña a todo joven con facha de “estudiante subversivo”) porque eran cultos o, cuando menos, tenían un ejército de asesores que sí sabían hacer su trabajo. Los bufones estaban confinados al Circo Unión o a las carpas y no aparecían en la Cámara de Diputados. Y muchas comparaciones más, inexactas, coloreadas con nostalgia por los “buenos tiempos” del presidencialismo y el orden impuesto desde el trono…Mentiras mondas y lirondas o mentirijillas de esas que se inventan los viejos para poder dormir más o menos tranquilos.

Más allá de estas argumentaciones de café y sobremesa bañada en “digestivos”, persiste la idea corrosiva de que la democracia no sirve, o que al menos no sirve para pueblos como México, que requieren de mano firme, paternalismo, simulación. ¡Cómo no recordar al oír estos alegatos aquella durísima frase que Francisco Bulnes atribuía a Porfirio Díaz, y en la que el dictador describía a los mexicanos como dados a la holganza, a tener muchos hijos, a dormir la siesta y a conseguirse un puestito en el gobierno que les permitiese sobrevivir sin esfuerzos!

¿Cuál es, en realidad y más allá de la retórica, la correlación entre democracia y bienestar económico?

Las investigaciones serias no son concluyentes. Hay países como la India con varias décadas de una pujante democracia que aparentemente jamás se tradujeron en bienestar económico para las mayorías que siguieron viviendo en una lacerante miseria. Otros, dictatoriales pero eficientes para generar un despegue económico más o menos espectacular: Taiwan y la mayoría de los “tigres” asiáticos, Chile bajo la dictadura de Pinochet, México bajo la dictadura de Porfirio Díaz y, obviamente, la China actual.

Pero también sería incorrecto olvidar dictaduras estrechamente correlacionadas con la miseria y el atraso económico de los pueblos que las padecieron o las padecen: la Unión Soviética de Stalin, la China de Mao y su demencial “salto hacia delante”, Cuba hoy con los ancianos hermanitos Castro, Venezuela empobreciéndose a pasos agigantados bajo la férula del tal Hugo Chávez…

Como se ve, por este breve y desordenado repaso, no hay una correlación clara, una relación causa-efecto robusta e inexorable, entre democracia y bienestar económico. Esto en apariencia podría darle la razón al sibilino argumento priísta de que nuestro actual malestar (o al menos ese malestar – “oh, sí, estamos hasta la madre”-, que todos los días se nos vende en los medios de comunicación como expresión del sentimiento de la sociedad) no es más que la dolorosa “cruda” o resaca de nuestra embriaguez de democracia. Pero no es así. Sigue siendo una conseja estúpida nutrida por la ambición de quienes añoran un estado de cosas en el que hacían y deshacían a placer sin dar cuentas a nadie.

Veamos: no sólo hoy somos más libres que hace 15 años (hoy cualquier tipo puede buscar sus 15 minutos de fama local echando denuestos contra el Presidente y en lugar de recibir recriminaciones o represalias, recibe una “ráfaga de invitaciones” como decía jocosamente Gabriel Zaid; invitaciones a ser entrevistado en un programa de radio, invitaciones a presidir una marcha, invitaciones a ser “candidato” a tal o cual puesto…), hoy tenemos una mayor libertad de elección cotidiana en los mercados; tenemos una democracia viva, llena de imperfecciones y molestias, pero real y palpitante. Y al mismo tiempo vivimos mejor: la inflación está controlada, no nos amenaza ninguna crisis de balanza de pagos (a pesar de que los viejitos de La Jornada, como Carlos Fernández Vega, sigan invocándolas un día sí y otro también, anclados como están en el pasado remoto), hay créditos accesibles para comprar una vivienda de interés social o de interés medio, que se contratan a 20 o hasta 30 años, en pesos y con tasas fijas, el parque de electrodomésticos que hacen la vida más llevadera en los hogares ha crecido espectacularmente y llega a casi todos (hace 15 años había familias de “clase media” en la ciudad de México que no tenían para comprar un refrigerador), contamos con tal caudal de información instantánea y oportuna que muchas veces no lo podemos procesar inteligentemente, hay una efectiva y real división de poderes, se les puede ganar en un tribunal a los otrora magnates intocables, y los magnates se pelean entre sí en público para delicia de las galerías…

No, desde luego que no estamos hoy en el paraíso. Pero me parece idiota que nos empeñamos en sabotear lo que en los últimos años hemos logrado.

La única marcha “ciudadana” a la que me gustaría concurrir sería que no se apartase del lema: “No más mentiras. No más jaladas".

lunes, 2 de mayo de 2011

Una esquela para Bin Laden

De regreso del campo, tempranito, leo los periódicos en Internet. Así me enteré de que Osama Bin Laden había desparecido de la faz de la tierra.

Ustedes disculparán, pero a las 11 de la noche del domingo pasado (que fue más o menos cuando el presidente de Unidos, Barack Obama, hizo el anuncio oficial de la muerte del desquiciado que enlutó al mundo un 11 de septiembre) yo estaba dormido. En el campo hay que levantarse temprano y, debo confesarlo, es una delicia empezar la faena antes de que salga el sol que más tarde, por estos rumbos, suele castigar con rigor.

Me llamó la atención que casi todos los periódicos mexicanos de la capital usaron el mismo verbo: “matar”. Los gringos, en breve, habían matado al tipo ese, a Bin Laden. Sólo La Jornada, créanlo o no, optó por un titular convencional, menos estridente y sólo La Razón supo elegir un titular inteligente: “Osama Bin Laden se acabó”. Eso es la noticia de fondo, lo demás es alharaca, ideas preconcebidas acerca de la maldad intrínseca de todo lo que sea Estados Unidos y ganas de vender periódicos ayunas, por cierto, de la menor estrategia inteligente.

Horas más tarde leí cómo en Twitter el director de La Razón, Pablo Hiriart, ironizaba preguntándose por que la progresía mexicana (que es especialmente retro y primitiva) no había publicado alguna esquela participando el fallecimiento de Bin Laden. Tal vez porque su muerte se anunció muy tarde y a esa hora los periódicos ya no aceptan inserciones.

Sí, pero no habría sido sorprendente que algún grupo de subnormales intoxicados de consignas que alguna vez fueron de izquierda, publicase: “Lamentamos profundamente el fallecimiento de ese luchador social que fue el señor Osama y condenamos enérgicamente su asesinato a manos de las fuerzas armadas del Imperio. No más sangre. Venzamos al crimen con poesía y gasto social”.

Porque en la lógica del retro-progresismo que padecemos en casi toda América Latina un luchador social es cualquier sujeto que atropella, viola la ley, ultraja, injuria, miente pero lo hace con el corazoncito inflamado de “buenos sentimientos”. ¿No era eso el tipejo Bin Laden? Cierto, fue el responsable de cuando menos tres mil muertes absurdas de otros tantos inocentes, cuyo pecado, a los ojos de estos fanáticos, fue ser infieles occidentales que vivían en Nueva York y trabajaban en las desaparecidas Torres Gemelas, o su pecado fue tomar un avión para atender un negocio, para visitar a un pariente o a una persona amada. Todo eso son minucias para un “luchador social” como lo fue Osama (“Os odia”, en realidad), pequeñas incidencias irrelevantes en el magno proyecto de un mundo diferente.

Sí, se extrañó una esquela (una, al menos) de la progresía, que aprovechase el asunto de la muerte de Bin Laden. Una esquela que nos recordase que aún hay subnormales para los cuales, tratándose de “causas santificadas por el adjetivo social o religioso”, no hay escrúpulo moral que valga. Todo se vale “por el bien de la causa” como en aquella novelita de Solyenitzin (¡uy!, ya cité a otro enemigo de la lucha, me van a llover vituperios por el atrevimiento).

Por fortuna, ahí estuvieron, a falta de esquelas y manifiestos inflamados, los sesudos comentarios de personajes como Federico Arreola, quien sentenció con ese aplomo característico de los que jamás entienden de qué hablan: “no se hizo justicia, se cometió un asesinato”. Desde donde esté el señor Bin Laden, don Federico, le va a guiñar un ojito como señal de aprobación. Bien hecho, Fede, nunca cambies.

Y ahí estuvo el sedicente legislador Mario de Constanzo trinando (tuiteando) tonterías: “la barba de Bin Laden se parece mucho a la de Diego Fernández de Cevallos, aquí hay gato encerrado” y otras supuestas gracejadas que llevaron a otro tuitero a recomendarle a don Mario: “Váyase a dormir, pero de ser posible para siempre”.

Lo políticamente correcto es lamentar que los torpes comandos estadounidenses no atrapasen vivo a Bin Laden y no lo llevasen de inmediato a unos estudios de televisión para que algún locutor, de capacidades diferentes, lo entrevistase en cadena televisiva multinacional: “¿Y dígame, Osama, qué sintió cuando supo que había matado a más de tres mil infieles?”.

Lástima, los gringos son torpes. Otra cosa habría sucedido si la operación para detener a Obama hubiese estado a cargo de nuestros retro-progresistas: hoy estaríamos mordiéndonos las uñas esperando los resultados de una mesa de negociación entre Obama y algunos funcionarios retro-progresistas, para ver si “la solución” al terrorismo es repartirles tierras a los terroristas, darles más subsidios o prestarlas por tiempo indefinido la plaza principal de la ciudad para que dispongan de ella como mejor les plazca.

Bien, no hay que desesperar. Muy pronto, hoy mismo si mucho me apuran, la progresía local y la progresía trasnacional sabrán reaccionar y reivindicar, “por el bien de la causa” ¡faltaba más!, a ese luchador social caído en la lucha contra el imperio, el neoliberalismo, la tiranía del mercado, la mafia que se adueñó del planeta, y contra lo que se ofrezca. Ya verán.

domingo, 1 de mayo de 2011

¿Para eso quieren volver?

Algún adulador de Carlos Salinas de Gortari - que le sobraban durante su gobierno- decía en 1993 ante una embobada audiencia que la vitamina P explicaba la extraordinaria energía y vigor del que hacia gala CSG.

- ¿La vitamina P? - preguntó uno de los embobados.

- Sí, claro: la que se obtiene del poder.

Todos festejaron la ocurrencia con risas, gestos de asentimiento, murmullos ("sí claro, el poder"; "por supuesto, eso lo explica todo").

Recordé hace unos momentos esa historia al leer la colaboración de Juan Ignacio Zavala hoy en el diario Milenio (ver aquí "Recordar es volver a vivir") en la que desentraña cuál es la esencia de lo que andan buscando afanosamente recuperar los priístas en México para la elecciones de 2012. Sí, claro, es el poder, la vitamina P de Salinas, pero lo importante, y ese es el acierto del comentario de Zavala, es cómo entienden y viven los priístas típicos eso del "Poder", con mayúscula.

A poco que analicemos el despliegue priísta de las últimas semanas encontraremos que su desvergonzada exhibición de rencillas internas, alardes, desdenes, amenazas, para obstruir las reformas que se les venían encima (incluso la laboral que ellos mismos habían propuesto) tiene un punto común: el gozo enfermizo del "tronador de chicharrones": "les voy a demostrar, idiotas, que aquí sólo mis chicharrones truenan", "no les debe quedar duda de quién manda aquí", "conmigo no se metan". Así gobernaron por décadas y así gobernarían el país de nuevo si los mexicanos somos tan idiotas y tan amnésicos como para olvidarlo.

Lo expresa muy bien Zavala, quieren el poder para: advertir, amenazar, chantajear, extorsionar. Todo ello lo hicieron en la Cámara de Diputados para obstruir la reforma política y lo lograron. Están eufóricos. Todo ello lo harán si alguien se les atraviesa.

Desaparecieron las simulaciones de democracia, civilidad o tolerancia. Engolosinados con la perspectiva de regresar al poder absoluto (al sueño de la "presidencia imperial" o de la "dictadura perfecta") los priístas de esta calaña, que son los más alborotados con la ilusión de regresar a Los Pinos, tiraron cualquier máscara (les incomodan una barbaridad) y se nos mostraron tal cual son. Y en esa demostración, en ese alarde de chicharrones tronando, los vimos gozosos, extasiados, como un viejo verde que por un instante logra volver a sentir ese temblor de la víctima sometida a su merced y derrama la baba, cual perro de Pavlov.

¿Vitamina P?, sí pero no es aquella del poder obtenido en buena lid en una democracia. Es la vitamina del macho, el eructo del sádico ahíto, tras una exhibición de dominio sobre los demás.

Lo único bueno es que no han sabido esperar - quien deja que manden los instintos enfermizos no entiende la diferencia entre oportunidad e impertinencia- y ya nos mostraron sus "encantos", anticipadamente.