martes, 13 de diciembre de 2011

Ahí viene la moralina

Atengámonos a la definición del diccionario: Moralina es “moralidad inoportuna, superficial o falsa”. En pocas palabras, las necesarias, ahí está el nuevo discurso “amoroso” de Andrés López, el predicador: moralina.

De suyo la política en el mundo y en México está impregnada de moralina y ahora tenemos el regreso de López a los escenarios recetándonos una vacua prédica del amor, la bondad, la justicia y la honradez como programa de gobierno, estilo de vida, talante, guía para políticas públicas, remedio de todos los males y meta obligatoria para todos los mexicanos que aspiren a no ser arrojados a las llamas del escarnio público y de la befa popular.

En castellano clásico: una genuina jalada.

Imaginen no más esta receta falsamente moralizante aplicada a las políticas públicas: el Peje Supremo o como se haría llamar López una vez aupado en la silla presidencial decidirá en lo secreto de su corazón cuáles deben ser los precios a los que se venderán la gasolina y el diesel en sus diferentes modalidades. El método que se seguiría para cumplir con la receta moralizante sería: el Peje Supremo eleva una plegaria pidiendo ser iluminado por los valores del amor, la honestidad y la justicia y después decide que a partir de mañana Pemex y las gasolineras venderán el litro de gasolina humilde (antes Magna) a tres pesitos y el litro de gasolina arrogante (antes Premium) a 30 pesos. Alabado sea el Peje en su profunda sabiduría iluminada por el amor, la justicia y la honestidad. El Peje dormirá con una sonrisa en la boca, ese es el premio de los buenos. y si acaso se encuentra en los jardines de los Pinos una cartera que se le cayó a un humilde compañero procurará reintegrarla a su dueño, porque así le hacen los buenazos y honrados hermanos de Morena, y así son felices…como lombrices.

Por supuesto, ni el propio López se toma muy en serio dicha tomada de pelo de la república amorosa. Es mero artificio retórico de muy mala manufactura, tan mala que hasta a los embaucadores de falsas iglesias milagrosas y sectas, como esa de “¡Pare de sufrir!”, avergonzaría. Hasta entre los estafadores hay clases y estilos.

Por ahora, estos estribillos de la moralina no embelesan más que a la feligresía dura y testadura de López y a unos cuantos desesperados o despistados, como esos presuntos empresarios de la decadente Sultana del Norte (apodo cursi para Monterrey), que le han hecho el caldo gordo al candidato de las cándidas izquierdas mexicanas.

Lo asombroso es que la clientela del predicador tabasqueño, incluida su clientela entre los medios de comunicación sectarios como La Jornada o Proceso, se está tragando la moralina sin chistar.

Una retórica que hace parecer a los reaccionarios del Tea Party y del “evangelismo” más recalcitrante en los Estados Unidos cual si fueran libertinos carentes de valores y de principios. Si de tragar sapos se trata la izquierda vernácula emula a los más sumisos y disciplinados priístas de antaño: “¿Qué horas son?, ¡las que usted diga, jefecito, ni un minuto más, ni un minuto menos!”.

Pero el asunto de la moralina de López tiene más sentido político del que parece. Su principal beneficiario es el PRI y su proyecto de restauración autoritaria. La moralina atraerá a mochos de derecha y de izquierda por igual, que hallan (imagínense) demasiado liberal al PAN y que abominan al PRI. Esto es: le podría quitar simpatizantes al candidato del PAN y hará un favor a los restauradores del PRI.

Porque el proyecto moralizante de López es claramente una propuesta inviable y marginal que reconoce, implícitamente, el bipartidismo como una realidad en México. La contienda real, la que cuenta, la que juega por el poder y no por las migajas, es entre la restauración del autoritarismo del PRI o la consolidación del proyecto del PAN (titubeante pero rescatable). La izquierda sólo será comparsa. Otra vez López, con su sonrisa taimada y su aire beatífico de vendedor tropical de milagros, le habrá hecho la tarea al PRI.

Muy estúpidos seríamos si nos dejamos embaucar.

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