martes, 13 de diciembre de 2011

Ni señora, ni loca de la casa

Decía la gran santa Teresa de Ávila que la imaginación es la loca de la casa. Y añadía el psiquiatra y sacerdote Juan Bautista Torelló (ver: http://www.intereconomia.com/blog/paracuellos36/juan-bautista-torello-hombre-que-lloraba-predicar-20110818) que sin la loca de la casa no se habría descubierto América…o no se habría inventado la Internet, por ejemplo. Sin imaginación no se llega muy lejos.

Por su parte, Enrique Peña Nieto sigue en México haciendo las delicias de sus detractores en las redes sociales por sus declaraciones desatinadas. Ahora, interrogado por un periódico español, el único precandidato del PRI a la Presidencia de México para 2012-2018 no pudo responder con precisión acerca del salario mínimo o del precio de un kilo de tortillas de maíz. Estoy cierto de que la mayoría de sus críticos en redes sociales y en algún que otro medio tradicional (refractario a las persuasivas razones crematísticas que el equipo de prensa de Peña sabe prodigar desde hace varios años) tampoco habrían superado la prueba y tampoco saben la respuesta, pero eso no importa. La ignorancia parece ser un privilegio que los usos y costumbres otorgan a los críticos de oficio y niegan a los aspirantes a puestos de elección. En los hechos, Peña volvió a tropezar con la misma piedra. Y puso la cereza en el pastel cuando se justificó con una frase enfática: “No lo sé (el precio de la tortilla) porque no soy la señora de la casa”.

La justificación es impecable desde el punto de vista de la veracidad. Hasta el más lerdo se da cuenta que Peña Nieto NO es la señora de la casa. Lo que no está tan claro es porqué alguien que aspira a diseñar y aplicar políticas públicas desde la Presidencia de México deba ignorar cuál es el precio de un bien alimenticio que en su país adquiere proporciones de mito nacionalista y que pesa mucho no sólo en el ánimo de quienes publican opiniones en los medios (ojo, eso no es lo mismo que la fantástica opinión pública de la que hablan los teóricos) sino en los índices de precios al consumidor.

A la ignorancia, el señor precandidato del PRI sumó la falta de imaginación en su respuesta. Su justificación (“no soy la señora de la casa”) fue plana, miope, propia de un jefe de familia que cumple su papel de proveedor y nada más, no fue la de un político, mucho menos la que uno esperaría de un jefe de Estado.

Así, pues, ya sabemos dos cosas: Peña Nieto no es la señora de la casa y tampoco tiene gran imaginación – creatividad, capacidad de responder a los desafíos, habilidad para fijar con sus respuestas los términos de una conversación. Otra mala tarde, como diría el fallido aspirante a torero.

Apunto, a la carrera, unas cuantas razones para este rosario de fallos en que está incurriendo Peña Nieto:

1. Su flagrante impreparación; culpa será de una deficiente formación familiar, del desastroso sistema educativo mexicano y, si mucho me apuran, de los destrozos que los líderes del sindicato de maestros (SNTE y su disidencia vociferante y protestante) han cometido durante décadas en las capacidades cognoscitivas e intelectuales de varias generaciones de mexicanos. Así, pues, anoten entre los culpables remotos de la impreparación pasmosa de Peña Nieto a la maestra Elba Esther, quien no por casualidad ha vuelto alegre y confiada al redil del PRI tras haber embaucado por varios años a los candorosos gobiernos panistas.

2. Peña Nieto tiene desde hace años un impresionante aparato de comunicación a cargo de los más duchos expertos en una sola materia: persuadir con carretadas de billetes o con promesas de jugosas prebendas a periodistas y medios tradicionales. Eso lo saben hacer a la perfección desde los tiempos remotos en que el quisquilloso Emilio Chauyfett despachaba como Secretario de Gobernación, pero más no saben. Dicho coloquialmente: pasaron con sobresaliente todas las asignaturas etiquetadas como “Técnica del Chayote”, de la I a la VII, pero ni por asomo – en su carrera de jefes de prensa- se matricularon en materias como: contenido de los mensajes, credibilidad, transparencia informativa, entrevistas, conferencias de prensa, comunicados de prensa sin instrucciones de uso, teoría y práctica de la comunicación en una sociedad plural y democrática, control de daños, ética y estética de la comunicación.

3. Dice la canción que “no hay que llegar primero, sino que hay que saber llegar”. Nadie duda que en esta incipiente carrera electoral no sólo llegó primero, antes que nadie, sino que llegó aún antes de que empezara la carrera. Llegó muy alto en las sobadas y falibles encuestas, llegó demasiado temprano. En consecuencia, desde hace mucho sólo le queda espacio para retroceder; es una ley aritmética, estadística y hasta física. Ante esta realidad, sería un remedio imposible intentar la hibernación total del precandidato del PRI, su reclusión en algún monasterio cartujo, en los que no se debe decir ni media palabra, como no sea una plegaria o la verbalización de una piadosa meditación acerca de Dios, o su discreto retiro de los escenarios. Faltan más de seis meses de exposición constante, y muchas veces despiadada y descontrolada, al público, no sólo a los medios.

4. Estos son otros tiempos que los que vivieron los padrinos y manejadores de Peña Nieto (sus titiriteros, dicho sea con todo comedimiento), cuando la relación con el público siempre se daba por intermedio de órganos establecidos y más o menos controlables (el periódico, la televisora, la estación de radio, el auditorio a modo, los invitados rigurosamente seleccionados), ahora son los tiempos en que, merced a la Internet y a eso que se llama las redes sociales, el público ve y escucha de primera mano, en el que se escudriña a los hombres y mujeres públicos hasta la impertinencia, en el que la palabra y la crítica han dejado de ser privilegio y se han vuelto bien básico a la disposición de cualquiera: sea preparado o inculto, sea letrado o analfabeta funcional, sea educado o patán, sea de buena fe o mal intencionado, sea persona honrada o enmascarado delincuente. Maravilla embriagante y peligrosa, las nuevas tecnologías de la información no se avienen a las necesidades de productos artificiales (como lo es Peña Nieto), ni mucho menos son amables con quienes se lanzan al ruedo sin estar preparados para ello. Todo este entorno hace que la impreparación de Peña Nieto se magnifique y sea expuesta sin piedad ni misericordia.

Hay, por último, una vertiente aterradora – para los intereses de Peña Nieto y de sus promotores- en toda esta historia: resulta que Peña Nieto ni siquiera tiene conversación. Alguien ya lo dijo, con sorna, en Twitter: No habla de libros porque no es lo suyo; no habla de salarios mínimos porque no es asalariado pobre; no habla de las tortillas o de la carne porque no es la señora de la casa; mañana se negará a tratar del precio de las gasolinas o del diesel porque no es chofer de taxi, ni de camión de carga; vaya, ni siquiera se podrá hablar del clima con él, en una de esas pláticas anodinas para matar el entretiempo o la espera, porque alegará que no es meteorólogo.

¡Qué aburrido!, carente de imaginación. Lo dicho: no es la señora de la casa, pero además se lleva mal – hasta la total indiferencia- con la loca de la casa, la imaginación. Y sin imaginación, estimado precandidato, no se llega muy lejos.

1 comentario:

  1. Empiezo a pensar que muchos clasemedieros NO votarán por Peña Nieto sólo por vergüenza nacionalista o pudor patriotero ("¿cómo nos va a representar un tipo que no lee y no sabe inglés?"). Y entonces es muy posible que voten por el PAN -antes que por el otro burro, el del PRD. Pero no sé si ese voto clasemediero, o educado, podrá contrarrestar el voto masivo, cuasi-cautivo, del proletariado, o del noleotariado, en favor del PRI.

    Felicidades por su blog. Es ud de los mejores.

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